Uno de los principales propósitos del ser humano es ser feliz. Buscamos la felicidad en la pareja, en la familia, en el trabajo, en los ratos libres… Lo cierto es que la felicidad no es algo exterior a nosotros sino que es un estado interior. No podemos ser felices si no nos queremos, si no sentimos esa felicidad con nosotros mismos. Nadie nos puede dar nada que no tengamos.
Un factor importante para que seamos felices es la coherencia. Ser coherente es pensar algo, sentirlo y hacerlo.
Es una frase muy corta pero que a muchas personas les parece complicada de seguir. En nuestro a día a día nos tenemos que reafirmar en lo que queremos si deseamos ser coherentes con nosotros mismos. Si actúas con coherencia y haces lo que te dicta tu corazón, el universo te devolverá acciones y personas coherentes. Si ‘vibras’ en la coherencia vivirás la coherencia.
Veamos: Pienso que no quiero ir a trabajar. Siento que no quiero ir a trabajar. Pero voy a trabajar (porque necesito el dinero, etc, etc.).
Este ejemplo lo comento muchas veces en las conferencias y talleres que doy. Parece complicado y hay muchos asistentes que están en esta situación y no saben cómo salir de ella. Yo misma me encontré en esta situación en el pasado y después de estar dándole vueltas a la idea decidí lanzarme… y seguir a mi corazón. Los primeros días me puse muy nerviosa. Esperaba a que sucediera algo, a que se me devolviera algo por el paso que había hecho. Era un planteamiento equivocado. Poco a poco fue dejándome llevar, olvidándome de mis pensamientos y confiando en mi corazón. Me rendí al destino, confiando en que estaba haciendo lo correcto y fui sintiendo cada vez más esa certeza interna que no podía explicar con palabras. Las recompensas desde entonces han sido tan grandes que creo que ha sido una de las mejores decisiones de mi vida. Por eso, sé que quiero seguir siendo coherente con lo que pienso, hago y siento. No quiero retroceder y regresar a mi antigua versión. Quiero disfrutar de cada día, ‘hacer mi día’.